El componente curricular de la Reforma Educacional, explicita los Objetivos Fundamentales Transversales. Éstos centran la atención en la formación integral del estudiante, y entregan, por una parte, la responsabilidad a cada uno de los subsectores de aprendizaje para que se transformen en instancias en que el profesor, a través de su área, pueda desarrollar actitudes y valores con la intencionalidad de formar un individuo con sentido de futuro. Por otro lado, la unidad educativa en su conjunto, con la dirección del equipo de gestión debe considerar la presencia e implementación de acciones concretas a nivel institucional para que la vivencia y realización de los valores sean parte de la cotidianidad de la escuela y de su capital simbólico. Así, por ejemplo, en todos los Proyectos Educativos Institucionales observamos la presencia de una diversidad de valores, especialmente en la declaración de la Misión y la Visión. Pero como ya planteamos más arriba, “el gran desafío es cómo operacionalizar los objetivos y mostrar testimonios de la presencia de los valores como hechos que humanizan y dignifican a las personas en los distintos tiempos, de tal forma que los estudiantes sientan la seducción a la adhesión de los valores y los consideren, como aquellas luces que iluminan los caminos que deberán recorrer en los distintos tiempos de sus vidas”. (MARÍN: 1999).
En materia de planificación e implementación curricular los Contenidos Mínimos Obligatorios (CMO) distinguen entre conocimientos, habilidades y actitudes, entendiendo por éstas últimas aquellas “disposiciones hacia objetos, ideas o personas, con componentes afectivos, cognitivos y valorativos, que inclinan a las personas a determinados tipos de acción”. (MINEDUC: 1998).
Los valores son intangibles, no son cosas ni situaciones concretas, en un sentido empírico, sino cualidades de las mismas. Como hemos dicho, los Proyectos Educativos Institucionales proponen una cantidad de valores, especialmente en el ámbito del desarrollo moral, valores que son al mismo tiempo fundamentos e ideales que dan sentido y orientan todo el quehacer institucional. Ahora bien, “las actitudes se sitúan entre los valores y las conductas, constituyendo la mediación vivida entre los primeros y las segundas. Se derivan necesariamente de los valores y orientan efectivamente la conducta, comunicándole dirección, sentido, tensión y fuerza”. (NORO: 2004). Es precisamente este ámbito de las actitudes el susceptible de una acción pedagógica tanto dentro como fuera del aula.

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